Pomuch... Muertos que salen a festejar.
- Hector 
- 6 nov 2019
- 2 Min. de lectura

Pomuch, Campeche es un pueblo muy bonito, a solo 50km de San Francisco de Campeche, la capital del estado del mismo nombre.
Es un lugar famoso por su pan dulce, que es exquisito, cocinado a la leña y con muchas variedades, tiene ese sabor a rústico, a tradición, a pueblo, en cada bocado.
Pomuch celebra el Día de Muertos a lo grande. Entre muchas cosas hacen un Desfile de las Ánimas, en el cual, tanto niños como adultos, caminan por la calle principal con velas, disfrazados, “encatrinados”, magníficos… modelando a la vista de conocidos y extraños, centenares de personas que nos reunimos a verlos, observarlos, admirarlos y que mas que nada buscamos absorber un poco de sus tradiciones, de su pueblo.
Llegan hasta el centro, hasta la plaza central, la cual ya esta lista para recibirlos, con su panadería tradicional en la esquina, el tianguis (mercado) dispuesto y los altares esperando solo su llegada para ser encendidas las velas… todo listo para el Hanal Pixan.
La gente se arremolina, come, baila en el guateque local, se juntan vivos y muertos, niños y adultos, conocidos y extraños, todos festejando, celebrando a los muertos, que solo por estos días, tienen oportunidad de venir a visitarnos.
Pero lo que nos lleva a escribir hoy, es
Así es, un par de semanas antes del Día de Muertos, las familias comienzan los preparativos, desentierran los huesos y los limpian a conciencia, les cambian los trapos donde estuvieron guardados y los van poniendo uno a uno en una caja especial, con ropajes especiales, nuevos, diseñados solo para esta ocasión.
De esta forma el cementerio local se vuelve un osario, una exposición de los antepasados, de los difuntos que vienen a visitarnos, a disfrutar de nuevo con los vivos, con aquellos que nos quedamos en este mundo.
Eso si… tiene que pasar al menos 3 años de enterrado para que lo puedan sacar. La creencia de este pueblo es que, si no hacen esto, sus muertitos regresaran enojados y de mal humor, al ver sus huesos todos sucios y maltratados, en cambio, al verlos limpios, bien arropados y dispuestos para el festejo, se llenan de alegría y se preparan a disfrutar las festividades, la comida y la bebida y la compañía de sus seres queridos.
Aquí no se celebra la muerte, sino la vida misma. Es una feria llena de colores, aromas, risas, juegos, música, felicidad, solemnidad, respeto, pero más que nada amor por la tradición.
Gracias Pomuch por dejarnos ser parte de esto, aunque sea por poco tiempo, aunque sea por un instante.
No dejen de visitar este pueblo, aunque sea solo para probar un poco de su pan de muerto. Es una maravilla.
¡Gracias por leernos!
Hector
Fotos cortesia de Victor Montaño








































































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